sábado, 19 de enero de 2013

EL PÁJARO LIRA



EL PÁJARO LIRA




A Miguel Ángel Campos

   
Alexander Zavarin (1954). Pintor ruso.
En el dintel de la ventana
un pájaro bate sus alas.
¿Será el pájaro lira? – me dije –
Azul del cielo sin apremios.
No sé de dónde vienen
sus saudades
sus gorjeos, su memoria.
¿Hasta dónde
en la hojarasca lo he tocado?
Qué jaula tan grande tienes!
en resonancias me reclama
y sin que pudiera alcanzarlo
se esfuma en el remolino
dorado de la tarde.





De Vocales de ceniza (2005)



José Francisco Ortiz Morillo

HOJAS


HOJAS




El poeta José Francisco Ortiz, leyendo en su casa en  Santa Cruz de Mara.


Haber leído antes de los diez años a Dostoievski, Alejandro Dumas y Shakespeare, en un pueblo lleno de brumas como el mío, de expectante verdor, con infinidad de sonidos y de calma vida campesina, fueron más que suficientes para que anclara en mi alma un destino por la literatura.

Aquel muchacho, Raskolnikov, cercano a la miseria, que abandonara sus estudios y llegara a cometer un terrible crimen, no era, ciertamente, lo que me deslumbró en aquellos días, fue la manera cómo aparecían los matices de sombra, la descripción de lugares y los efectos que iba tomando la narración hasta proporciones colosales; los perfiles psicológicos, que yo comparaba con las gentes de mi pueblo, porque me ofrecían suficiente materia prima para que naciera un imaginario que no he abandonado.

Con el tiempo llegaron un sin número de lecturas. No todas han tenido el carácter indeleble de aquellas, y, sin embargo, apasionantes. No hay página escrita que no haya tocado mi corazón y no haya concertado mundos posibles. No puedo desdeñar, entonces, a Camus, Hermann Hesse, Rilke, Valery, Hölderlin.

Entre los primeros y estos últimos hay una franja conformada por Homero, Virgilio, Dante y Cervantes. Homero y Cervantes se han mantenido en mi predilección.

Pero, hubo un poeta venezolano que insufló mi encuentro con la poesía. Fue en mi adolescencia. Un día mi padre, que venía de cumplir su guardia como obrero petrolero, se apareció con un recorte de periódico. “Lea, me dijo, para que aprenda lo que es poesía”.

Tomé, no sin cierto temblor en las manos, el trozo de papel. Leí como no se lee, como si alguien me persiguiera, y mi padre que comprendía el aluvión de voces que me acompañaba, se replegó en sus pensamientos, y de pronto recitó sin extravíos aquel poema que persiste en el paisaje de mi memoria: Rosalinda, en los versos de Ernesto Luis Rodríguez.



Santa Cruz de Mara, 11/10/2012




José Francisco Ortiz Morillo

 

EL CARTABÓN DE NUESTRA VIDA .



EL CARTABÓN DE NUESTRA VIDA

Rafael Monsterios (Barquisimeto, 22 de noviembre de 1884-1961). Paisaje de Catia, 1944.


Un cálido aire amansa la madrugada.
Un cierto espejismo,
una elegancia furtiva entre las sombras,
desvanece la tertulia del sueño.

Regresamos del festín cofrade,
justamente cuando el sol
avanza hacia los confines del día,
a veces algunas voces familiares,
los sonidos de las piedras
y las maderas en su afán de árbol,
nos retienen en ese lado del mundo
de donde no queremos despertar.

Cómo copiar
entre los pliegues de la noche,
con fiel mano de sastre,
el cartabón de nuestra vida.



Santa Cruz de Mara, 11/12/2012



José Francisco Ortiz