martes, 5 de junio de 2012

LA TIERRA PROMETIDA I.




LA TIERRA PROMETIDA.


I







Aún no hemos dejado el siglo XX. No estamos lo suficientemente alejados porque los destellos de los fuegos artificiales cubren por instantes la desvelada noche centurial, y la opacidad refractada, nos hacen ilusionar: la sangre regada por la juventud en este redondo suelo para que jamás volvamos a ser encadenados. 


Agitado en su espacio, el hombre sólo percibe las mínimas vibraciones de la vecindad de sus pares, y confiado no teme porque ha forjado con acero los muros de la ciudades, ya no hay secretos que su alma viviente pueda ocultar porque su ingenuidad ha autorizado a la tecnología para que anide en lo profundo de su morada y por un acto de birlibirloque piense en el acto de comunicación como un privilegio de la civilización. 

Cuánta ingenuidad y qué pérdida de la garantía del grado humano porque esa efervescencia es apenas un síntoma de la gravedad de los males del porvenir: la humanidad, no lo sabe, es aspirada hasta el vértigo por el festín de sus propias indolencias, al parecer la conquista del vacío de una sinfonía sin instrumentos ni ejecutantes: hay juegos donde muere gente de verdad: guerrilla, narcotráfico, terrorismo como extensiones del alma depredadora, y hay juegos cibernéticos, donde lo emulado, camuflado donde muere gente virtual, justifican y hacen inocuo el sentido del crimen, porque anulados los efectos, el cuerpo entra en la inercia de lo posible.

Hoy mismo no es suficiente como una señal esta diatriba, de ruido infernal, de la política en el orbe tras un discurso grandilocuente de superación de la pobreza, de la excelencia en el desarrollo agrícola y pecuario, de los altos rendimientos de la operaciones bancarias, de los grandes consorcios de la construcción de viviendas, de los avances de la ciencia y de la tecnología en aras de un hombre cada vez mejor, mentiras, mentiras hasta la médula porque en el mundo de la anomia, la mentira es una moneda de cambio. Y esa moneda, una por una, son los arietes de la nueva esclavitud.

Es posible que haya una salida: que el imaginario sagrado vuelva a las fuentes para escuchar la gramática genésica, y cancelados los despropósitos de las alteraciones de los escribas, el hombre pueda reinventar la manera de vivir en el mundo, y con nuevos signos, los signos de su carne y de los latidos del corazón haya un espacio futuro.



Santa Cruz de Mara, 5/6/2012



José Francisco Ortiz Morillo

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