miércoles, 29 de febrero de 2012

JOSÉ FRANCISCO ORTIZ. AMANECER


AMANECER





Michael Kenna (1953). Fotógrafo inglés. Falise d´Abal Par Nuit, Etretat




Lenta es la noche sin estrellas
cuando está vacío el corazón humano,
no hay celebraciones ni cánticos
para ofrendar a los dioses,
sólo las aves atentas al celaje
de las piedras
que el cielo abandona a los abismos,
y el hombre quiere en la íntima
fortaleza de su alma acariciar
los bordes del viento, como un tejido
en la oscuridad perenne del sueño.
Abrigado está y no lo sabe
porque migra la pasión en sus raudales
hacia los confines del alba.



José Francisco Ortiz Morillo
Santa Cruz de Mara, 26/2/2012





    








JOSÉ FRANCISCO ORTIZ MORILLO. QUIEN LAS RETUVIERA.



Tomás Delgado Arbelo, Sevilla, febrero, 2011






¿Quién las retuviera,
Naranjas-lunas
luna-tierra
una por una?
Lunancia
urdimbre del cielo
el fervor de la noche
trema las ramas,
quieta

José Francisco Ortiz Morillo
Santa Cruz de Mara, 28/2/2012


domingo, 26 de febrero de 2012

JOSÉ FRANCISCO ORTIZ MORILLO. OFICIO.



OFICIO

 
Auguste Rodin (1840 – 1917). Escultor francés. La piedra bruta 


a José Antonio Martín



Para entrar a la casa del escultor
hay que volver a las piedras
desbastadas,       
aligerar el paso de la grave
obstinación de los cinceles,

necesita las gubias,
un parto
espera su hora iluminada,

los giros,
en los golpes del corazón.

Así han de ser las palabras,
cobijadas del alma,
                devastadas.




José Francisco Ortiz Morillo
Santa Cruz de Mara, 25/2/2012.


JOSÉ FRANCISCO ORTIZ MORILLO EN LETRA VIVA


miércoles, 22 de febrero de 2012

JOSÉ FRANCISCO ORTIZ MORILLO. LAS PALABRAS OLVIDADAS.



LAS PALABRAS OLVIDADAS
(Publicado el 13/5/1973. Panorama, Maracaibo)




I

Podría acaso estar en tu lugar: llegar sobre tus huellas y permanecer frente a la mirada que se pierde en el horizonte de niño… de niño. ¡Como huele a hierba a tierra de no sé dónde

            ¡Enciende la luz muchacho!

            Que te vea, que tu voz sea el acento nuevo sobre la casa vieja, la brisa de las mañanas y el galopar de los caballos; que tu sonrisa llegue hacia el amanecer de los pájaros que cuentan sueños junto a tu libro olvidado en la cabecera; que tus manos recojan de nuevo la tierra y hagan maravillas ante los días para que la semilla sea un nuevo mundo y el corazón esté en todas partes.

II

            Pero tú eres el pequeño, el apenas sonriente. El que llega hasta mi regazo para partir de nuevo bajo un sol que nada finge y te enseña la Libertad de la Luz… Y así desde el límite de la mirada nada se vislumbra todavía… solo que tú eres un pequeño y ya entiendes de estas cosas que anhelan ser nuestras y permanecen atrapadas.

            Pero tú eres el pequeño, el apenas sonriente: toma estas semillas y llévalas hasta donde alcanza tu sombra… renuévala… encáusala. Yo te he dado mi aliento junto a un río para que al encontrarte con los hombres les cuentes la historia y les hagas comprender que no hay soledad más triste que la renuncia a la verdad. Te formé junto a un árbol para que llegaras a encontrar en la brisa la semejanza de los que murieron antes, mucho antes, por nuestras vidas y te he colocado cerca de la hierba para que la naturaleza sea tu amiga y la encuentres serena y pródiga y que tu aliento llegue más allá de donde aparecen las sombras… por eso has nacido en el día.

            Pero tú eres el pequeño el apenas sonriente.

III

(Llegamos todos a un mismo rumbo: se canta. Fogatas y alrededor de la noche tan cerca del hombre y de la vida misma largos trovadores entonan un canto).

            El acento es de todos como hacia una misma voz. La liberación que hoy me nombra con la fuga de los pájaros, en el silencio del tiempo y en las catedrales jugosas de la infancia.



José Francisco Ortiz Morillo.


JOSÉ FRANCISCO ORTIZ MORILLO. EL AMANUENSE.



EL AMANUENSE



Alexandre-Gabriel Decamps (1803–1860). Pintor francés. El lector, 1846






Estoy seguro –dice melancólicamente – que al subir, en el último piso volveré a la realidad... Desde la plaza la avenida es temible, corta el aliento, los edificios están agrupados de tal manera que los transeúntes no se distinguen entre sí (cuerpos y sombras imprecisas).

El joven busca, entre los signos grabados en las puertas, las señas que difusamente le muestra el papel que sostiene su mano derecha; se muestra inseguro, gesticula palabras incomprensibles, levanta las manos en forma amenazadora «Oh, Dios, es posible que me haya equivocado de nuevo». Giró suavemente como si asintiera el fracaso.

- Ved a esa gente escurridiza esperando un movimiento en falso para caer sobre nosotros, nada puedes precisar en sus miradas, están dedicadas, con toda seguridad, a una labor extraña, gente que como observas son el populacho: serviles en extremo, envenenados diariamente en sus débiles desafíos: intentan entregarse al mejor postor, si les omiten llegan hasta la crueldad, son incautos...nada pierden – expresaba el amanuense, mientras zigzagueantes avanzaban por entre la muchedumbre que plenaba las cercanías de la zona comercial de la ciudad, a grandes pasos cruzaron la calle central y se introdujeron en uno de los edificios.

Ya adentro se dispusieron a colocar los objetos en orden. En el salón, aquí y allá, junto a los andamios los libros aparecen colocados de manera sobria, pues, seguramente, no han sido tocados en mucho tiempo; en la pared, curiosamente colgados, algunos cuadros de pinturas innominados, abstractos.

Piense que las cosas abren su dolor al mundo – dijo el joven... hay algo en el Universo que aún nos es desconocido.

- Es un riesgo, todos venimos desnudos...luego hacemos el camino – arguye inquietamente el amanuense.

- Si, en verdad, a mi parecer es cierto, pero el abrigo de la vida no ofrece su calor con generoso equilibrio. Esta es la diferencia. Empatía. Comprende usted, empatía-reitera el joven- es lo que necesitamos. No podemos quedarnos en la opacidad de este salón ... aquí habitan tantas generaciones, pero se qué nos sirve si afuera palpita el corazón.

- Bah! Ingenuidades ... todos los jóvenes son así. Creen que pueden cambiar el mundo y terminan en qué.

El joven osciló brevemente, sintió que el fuego le llegaba al rostro, no pudo evitarlo, se sentía pequeño, enmudecido, golpeado. Comprendió fatalmente que en la ciudad todo giraba sobre un eje y que aquel caos externo no era sino una manera de controlar cualquier actitud que se mostrara en contrario. Antes de venir a usted, mi trabajo era distinto y, sin embargo, mi posición es la misma ¿Me comprende?.

- No lo entiendo, explíquese

- Bien, mi tarea ha sido infructuosa. Aún levantan sus casas y arguyen situaciones que intento reconocer pero que solo imito para quedarme entre ellos, es cierto, no tengo lugar definido a dónde dirigirme, mejor dicho, en cierta forma, entre ellos estoy guarecido.... aunque no seguro. Me imponen una labor que debo cumplir a cabalidad, de lo contrario estaría perdido, es decir, sería confinado sin apelación, sin retorno. La oscuridad no se permite límites. He aprendido a ser un extraño, a conducirme como tal. Llevo mi trabajo sin que no abrigue sospecha, el que funge de jefe se muestra complacido, me halaga, dice palabras bondadosas, habla de mi futuro y de mi estabilidad (mis competidores se muestran ofuscados, trabajan en silencio), mi tarea consiste en no contrariar las actividades erróneas que suscite el sistema, al parecer ellos no son susceptibles de error, eso piensan. En cuanto a mi debo llevar una pulcra y detallada relación de casos atendidos, se me ha investido del poder de pensar por los demás... si me arriesgo en comprender, es decir sin consejos, se me conmina, se me conmina, se me explica que no debo excederme. ¡Al diablo! ¡Estoy harto de tanta mentira, me levanto, peleo, gruño-. Y nada, lo importante es mantener los anaqueles llenos de hojas, atiborradas de carpetas limpias y brillantes.

¡Mucha vistosidad! Estadísticamente, que es lo que importa, deben aparecer infinidad de casos atendidos... luego, más carpetas, montones de carpetas, montañas de hojas ¡ah, míseros cuanto pueblo viene a abonar el saldo! ¿Qué pasa si uno trata de comprender?

Anonadado, el viejo amanuense no supo que argüir, las cosas giraban violentamente, y apenas si alcanzó con sus temblorosas manos una de las sillas próximas al desván. Guarda en el portafolios los finos lentes, y de uno de los bolsillos saca un pañuelo perfumado y limpio que enjuga sobre la frente.

El sordo golpe de la puerta retoma el frenesí de las calles, las luces mostraban los ventanales de la vieja ciudad y las casas lucientes de cálidos colores envolvían, con abrumadora esperanza, los pasos de las gentes...

-Qué imagen puede sobrevenir, sé que detrás de cada rostro, detrás de la miseria y del dolor qué les encubre... del lodo, hay una llama que emerge desde el fondo con denodada labor, sólo allí, en ese instante, rasgando el silencio aparece la condición humana. Todos habitamos un mundo extraño.

¿Qué se nos puede ocultar?. No puedo ver si no a través de las sombras de los tristes, donde el fulgor de los antepasados abrevia el camino, indaga desde todas partes. he aquí la nostalgia. Toda la verdad.



De: El Amanuense (1980)


José Francisco Ortiz

sábado, 11 de febrero de 2012

JOSÉ FRANCISCO ORTIZ MORILLO. LA CARPINTERÍA.



LA CARPINTERÍA




 José Ferraz de Almeida Júnior (1850 – 1899) pintor brasileño.




La carpintería estaba cerrada,

por supuesto, era sábado a la tarde,

el hombre frente a la puerta

bebía cervezas. Aserrín aserrán

a los pobres qué les dan?

Aún caían cernidos los árboles

 y algo turbio pasaba frente

a sus ojos porque miraba a lo lejos

entre las casas, los postigos

y la cansada luz del día. Tomaba

tragos lentos, aserrín sí le dan,

y en su volver por las veredas

febriles del monte, qué veía

aturdido por la incierta

mansedumbre de la madera?

Los bosques vendrán de nuevo

-se decía, eso creo-

y el licor regaba la esperanza

porque el aserrín proscrito

volvía a ser árbol, colmena

y pajarera en la carpintería.




José Francisco Ortiz Morillo 
Santa Cruz de Mara, 4/2/2012






martes, 7 de febrero de 2012

JOSÉ FRANCISCO ORTIZ MORILLO. I CHING



I CHING


 
Francisco Hung (1937 – 2001) Pintor venezolano. Sin título


A Tomás Delgado Arbelo


En breves líneas labra la vida,
con buriles de fuego alcanza el nombre,
nadie sabe dónde centra la noche
y el día de calculada armonía,

rompe el trueque en esperanza,
abrevia y propone y no descarta
cambiar todo cuanto descubre,

y su figura en destino de la nada,
todo lo revierte, y en justa calma
alienta en seis pasos al proscrito
que anduvo perdido en su morada,

cuánto ha de ser ¿quién lo sabría?
no importa si en la vastedad
del juego el hombre fatiga el sueño
y en el festín del orbe, el tiempo
cancela lo pasado, y lo redime.


José Francisco Ortiz Morillo
Santa Cruz de Mara, 6/2/2012

viernes, 3 de febrero de 2012

JOSÉ FRANCISCO ORTIZ MORILLO. LOS FUNCIONARIOS.


LOS FUNCIONARIOS


Edgar Degas (1834 - 1917) Pintor francés. Retratos de una oficina, 1873




El pequeño hombre se aproxima muy cerca de la baranda. Hubiera parecido por su extraña indumentaria que se trataba de un guardia o algo por el estilo, designado allí para cumplir con tan ominosa tarea. No le doy importancia a esto y continúo leyendo mi libro, no sin mirar de vez en cuando la débil figura del anciano que, con relativa frecuencia, se frota las manos y casi inmediatamente se las lleva al rostro, como si algo lo inquietase sobremanera. Al principio pronuncia una especie de saludo, pero luego emite otras palabras que no alcanzo a comprender. Detrás del escritorio la mujer que recibe a las visitas se escurre como una sombra innominada ante los requerimientos que le formulo para que lo atienda.

Me responde sólo con algunos gestos o señales para que me acerque a ella. Ya me he enterado, por los comentarios que hacen sus compañeros de trabajo, que esa cara vacua y levemente erguida permanece con la misma expresión desde hace veinte años, o quizás más, pues ya a nadie le es imposible aseverar lo contrario. Entonces, advierto que la particularidad que más llama mi atención es la manera de conducirse de aquellas personas. En realidad no encuentro diferencias, invariablemente hacen lo mismo: con insistente frecuencia salen por una puertecilla cercana al pasillo, y luego se deslizan por otra apenas visible. A veces sólo transportan papeles, y en ciertas oportunidades sus ojos llegar a brillar tan intensamente que entonces se detienen y miran de soslayo en diversas direcciones, como si ansiasen apresurar el tiempo. No obstante, enseguida recomienzan con denuedo su rutina.

Intempestivamente aparece ante mí un hombre. No media palabra, sólo levanta el brazo y me entrega un sobre blanco y lustroso; luego me dice, muy ceremoniosamente, Señor... a la hora indicada (señala el sobre)... en el despacho.

Su aspecto muestra ocultas y sombrías premoniciones. Llego a pensar por instantes, que se trata de un ardid o posiblemente de una maniobra. Su trajecito a la moda y sus movimientos y maneras bruscas o aprendidas denotan a un empleado de gobierno de muy dudosa jerarquía. Mientras se aleja, sonríe con aire de triunfo o de satisfacción o quizás, en último caso, esto sólo estallaba en mis sentidos, pues, a pesar de todo, aún no conozco el contenido de la misiva.

El pequeño hombre continúa hablando ante la mujer, pero de vez en cuando se desplaza lentamente hasta muy cerca de la puertecilla y la observa detenidamente, retrocede y pronuncia nuevas palabras ininteligibles a mis oídos. Se podría decir por la vehemencia de sus expresiones, con toda seguridad, que por alguna razón espera que la puertecilla se abra, pero esto no ocurriría de ningún modo, precisamente cuando él estaba cerca. Me aproximo nuevamente a la mujer del escritorio y, con las previsiones del caso, le pregunto mostrándole al anciano:

-¿Podría decirme por qué no atiende al señor? Me inquieta su estado y creo que sus fuerzas disminuyen cada vez que se dirige a usted.

Aquella se lleva las manos a la cara, retira sus lentes pausadamente, y, luego con un pañuelito de encajes azules y blancos hace el intento de limpiarlos, mientras me observa subrepticiamente. Al cabo de un instante me dice, por sola respuesta:

- ¿Ah, es usted? Siéntese y espere. Intuí entonces el motivo de toda aquella desesperanza. En ese lugar ya nadie osaba alentar sus pasos.

Los empleados entran y salen, traen nuevas y relucientes hojas, viajan tan atiborrados de papeles que es imposible notar la expresión de sus semblantes, naturalmente se hallan sumamente agotados. Comienzo a exasperarme. Los movimientos siempre en círculo de aquellos individuos, la premura con que ejercen sus funciones, casi hacían olvidar los requerimientos del anciano que, ante la inutilidad de sus palabras, había optado por la indiferencia, reducido ya al silencio.

Todavía así, después de mucho esfuerzo, levanta la mirada en actitud suplicante; exigía aún una respuesta. Avancé unos pasos para escucharlo mejor: sus voces languidecen en articular algo inexplicable.

- Usted –dijo- no habrá de permitir ciertamente que lo tomen por uno más.

- ¿Uno más? – repuse para mí mismo.

Reflexioné un instante, tomé el sobre de mi bolsillo y antes de marcharme de allí definitivamente, lo deposité sobre el escritorio de aquella mujer, que aún me miraba con ojos sorprendidos.




De: El amanuense, 1982.


jueves, 2 de febrero de 2012

JOSÉ FRANCISCO ORTIZ. EL ANDARIEGO




EL ANDARIEGO




César Rengifo (Caracas, 1915-1980). Pintor y dramaturgo venezolano. Instancia del éxodo IV.






Nunca el andariego
raspa el polvo de los zapatos,
del camino insiste
en su alegre porvenir,
la distancia no es medida
ni cautela que arredre
sus huellas, anhelantes
de otras tierras, las cubre
del horizonte esquivo,
vuelve al barro y sus raíces,
en ardorosa comunión
aún no cumplida, llama
de un agitado corazón
al fraguar el día.

José Francisco Ortiz Morillo
 Santa Cruz de Mara, 2/2/2012



miércoles, 1 de febrero de 2012



UN ESFUERZO EJEMPLARIZANTE


Miguel Ángel Campos 



Miguel Ángel Campos es un escritor raigalmente autóctono, nacido en los andes, su vida y su formación  intelectual ha transcurrido en Maracaibo. No arrastra el fardo de influencias foráneas, su prosa vaciada de atildamiento no se entrega a la veneración de las ideologías del orbe. Su talento es firme y sereno, y su escritura es como una espada contra las armas de la falsa academia, contra las ilusiones de los ostentadores del poder y crítico veraz del griterío social sin metas y sin horizontes derivado de un atavismo conveniente,  tampoco se ampara en el constreñido individualismo del mesianismo  recurrente de la historia patria. Su reciente libro “Incredulidad” –le preceden “La imaginación atrofiada”, “Las novedades del petróleo”, “La ciudad velada”, “Desagravio del mal” y “La fe de los traidores”, amén de los premios: Ensayo I Bienal de Literatura “Mariano Picón Salas” y de Ensayo Fundarte– es un complejo y no menos propósito por mostrarnos con lucidez nuestras latencias y el perfil del futuro que nos aguarda. Más allá de las líneas fundacionales que nos propusieron en  sus apasionados alegatos  Mario Briceño Iragorry, Mariano Picón Salas o Augusto Mijares (por sólo nombras tres pivotes del ensayo en Venezuela), obviamente, Miguel Ángel Campos ha cumplido un esfuerzo ejemplarizante de estudio en la develación de los fenómenos culturales que dan forma al ser del país, originando en él una conciencia clara de dichos procesos  en lo social, político, económico y literario desde su atalaya en la provincia nacional.

Si existe una verdadera preocupación  por atender el esfuerzo y resultados de una obra, fecunda e iluminada del ser venezolano, Miguel Ángel Campos estará con nombre propio en la cultura venezolana y, muy pronto, deberá ser Premio Nacional de Literatura.


José Francisco Ortiz Morillo.
Santa Cruz de Mara, 31 de enero de 2012